Hoy viajamos a Túnez...
Siento el retraso por no haber escrito antes pero ha sido por una buena razón. He estado realizando una tarea digna de documentalista. No piensen que he estado husmeando archivos oficiales, nada de eso, esta semana pasada, como muchos de nosotros, hemos recorrido una distancia de alrededor de 1270 km para visitar el país de Túnez.
Y digo, muchos de nosotros porque éste ha sido el destino elegido para hacer el viaje de mitad de carrera. Nuestro viaje, se dividiría en dos etapas: los tres primeros días haríamos un circuito por las cuidades más importantes del país y los cuatro últimos estaríamos en un hotel cercano a la playa para "relajarnos".
Sí, eso del relax tiene sólo la etiqueta, porque como muchos saben, ser turista es una de las profesiones (si me permiten denominarlo de este modo) más duras que se han creado: levantarse temprano cuando el sol apenas ha sobresalido por el horizonte, caminar hasta que se esconde, y caer rendido al terminar el día... Si a eso, le sumanos, la fiesta, el descanso queda reducido a tres horas diarias.
Nuestro primer día, ya de por sí, fue agotador ya que cogimos "dos vuelos". No imaginen cosas raras. Después del avión, cogimos un autobús cuya duración fue bastante más larga que el vuelo, rumbo a nuestro primer hotel en el que dormiríamos la primera noche durante el circuito y los últimos cuatro días que fue "El Mouradi Club Kantaoui" situado en Port El Kantaoui.
Este día no visitamos nada pero tuve mi primer contacto con la comida tunecina. En efecto, fuimos a recuperar fuerzas después del ajetreo del viaje y decidimos comer en un restaurante cerca del hotel. Mi elección fueron macarrones a la tunecina y pude comprobar lo que ya me habían advertido: nada más probar bocado, el picante inundo mi garganta. Y es que, sin pervio aviso, había escogido uno de los platos con el ingrediente estrella: la harrissa, su salsa picante.
A la mañana siguiente, a eso de las ocho y pico de la mañana, partimos hacia El Djem para visitar el mayor anfiteatro romano de África declarado patrimonio de la Humanidad en 1979. Es impresionante cómo este monumento contruido en el 238 a. C aún conserva su gradeza y esplendor. Nada más entrar en él, mi imaginación empezó a funcionar. Sentada uno de los escalones de aquel monumento, me sentí cómo uno de los 35000 espectadores que podía albergar el anfiteatro, disfrutando de combates de gladiadores o carreras de caballos.
Esta sensación se amplío cuando recorrimos el resto del monumento. Y es que a diferencia del de Roma, en el Djem, podrá visitar gran parte del mismo.
Acto seguido, volvimos con nuestro mejor compañero de viaje, el autobús que tendría que aguantar la típica pregunta que solemos hacer cuando viajámos. Creo que ya se la están imaginando... (¿Cúanto falta?). Nuestra próxima parada fue un lugar llamado Matmata famoso por albergar casas trogloditas y por servir de inspiración para "La Guerra de las Galaxias" de George Lucas. Como nos dijo nuestro guía y pudimos comprobar, en las puertas unos símbolos pintados en color azul como unos peces o la mano de Fátima eran los encargados de traer buena suerte y proteger al hogar de maleficios.
Hicimos una pequeña parada en aquel lugar y nos dieron una comida en una de las casas trogoditas que allí había. Fue llamativo la bajada de temperatura cuando entramos en aquel lugar, y es que, construidas bajo tierra son un buen refugio para los días calurosos de verano. Esta vez, además de la pasta (que nos dijeron que detrás de Italia era el país que más consumía), probamos el "brick", un "crèpe" fino servido en forma de media luna que podía contener, dependiendo del lugar, huevo o patata y un dulce típico denominado "makroud" contituido a base de una capa de pasta de dátiles y otra capa de pasta a base de sémola de cuscús.
Una vez finalizada la comida, partimos hacia la cuidad de Douz o comúnmente conocida como "la puerta del desierto" y disfrutamos del infinito desierto a lomos de dromedarios. La verdad que la experiencia mereció la pena. Disfrutar de la puesta de sol en el desierto recorriendo sus dunas como auténticos bereberes no tiene precio. La experiencia es de lo más recomendable y estará garantizada cuanto más numerosos sean los que intenten subirse a ellos. Por un momento, todos nos sentimos dueños del Sáhara.
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