Tres en uno...
Continuamos nuestros viajes alrededor del mundo. Por eso, hoy nos trasladaremos de nuevo a Túnez para descubrir otros parajes. Con motivo del viaje a Ecuador comentado en antiguos post, decidimos escoger una excursión optativa de la cual no me arrepentí en absoluto a pesar de que el tiempo no acompañó demasiado.
Después de dos largas horas (esa creo que fue la duración; ya no lo recuerdo muy bien: me falla la memoria, lo sé, no soy perfecta) en bus con una guía autóctona que nos comentaba por dónde íbamos pasando, llegamos a nuestro primer destino: Sidi Bou Said, un pequeño pueblo costero situado a unos 20 kilómetros de Túnez, la capital del país. Con un tiempo libre pero limitado (ya sabemos cómo son las excursiones guiadas en las que el tiempo juega en nuestra contra), decidimos recorrer este pequeño lugar de casas encaladas con puertas y ventanas de color azul.
Lo que sí recuerdo eran las sinuosas cuestas hasta llegar a su calle principal dónde la amabilidad de los vendedores de todo tipo de souvenirs daban la bienvenida a los nuevos transeúntes que por allí pasaban. Este pueblo, que si no fuese por el sonido de música árabe que salía de alguna de esas tiendas, bien podríamos decir que nos encontrábamos en Grecia o en Andalucía, tiene un encanto que para descubrirlo, sólo hace falta una palabra: pasear. Así que pónganse calzado y ropa cómoda para que puedan maravillarse recorriendo calles sinuosas y empinadas a modo de un laberinto dónde no teman, aunque algunas calles no tengan salida, es fácil volver al punto de encuentro.
Lo que sí recuerdo eran las sinuosas cuestas hasta llegar a su calle principal dónde la amabilidad de los vendedores de todo tipo de souvenirs daban la bienvenida a los nuevos transeúntes que por allí pasaban. Este pueblo, que si no fuese por el sonido de música árabe que salía de alguna de esas tiendas, bien podríamos decir que nos encontrábamos en Grecia o en Andalucía, tiene un encanto que para descubrirlo, sólo hace falta una palabra: pasear. Así que pónganse calzado y ropa cómoda para que puedan maravillarse recorriendo calles sinuosas y empinadas a modo de un laberinto dónde no teman, aunque algunas calles no tengan salida, es fácil volver al punto de encuentro.
De repente, el sol se cubrió por unas nubes negras y comenzó a caer una lluvia que nos caló hasta los huesos, por lo que les recomiendo si van a viajar a este país lleven siempre un buen chubasquero o paraguas porque el tiempo suele cambiar de un momento a otro.
Como ya era la hora de vuelta, volvimos a nuestro autobús rumbo a Cartago, otro de los lugares que quería visitar.
Nos dirigimos a las ruinas de aquella ciudad fundada por fenicios pero al llegar la desolación me quebró. Y es que, a pesar, de que sabía que íbamos a visitar ruinas, no me lo imaginaba así. Creo que nos ocurre a todos, cada vez que vamos a visitar un lugar histórico, nos imaginamos que lo vamos a ver tal cual se construyó en épocas más antiguas olvidándonos que el tiempo y el deseo humano de tenerlo todo dejan huella.
A pesar de que la destrucción se hiciese notar por aquel lugar, mi mente empezó a imaginar cómo podría haber sido aquella cuidad, una de las grandes capitales del mundo antiguo. Parece que leyendo esto no me gustó aquel lugar pero no fue así: aunque un poco decepcionada, no lo voy a negar, fue vibrante caminar por aquel enclave bañado por las aguas del Meditarráneo.
Como llegó la hora de comer, fuimos a un restaurante a reponer fuerzas pues por la tarde fuimos a visitar la capital del País: Túnez. Una vez allí, fuimos a visitar la Medina o lo que es lo mismo su centro histórico lleno de grandes tiendas y zocos dónde se vendían todo tipo de souvenirs. Una de las cosas que lamenté fue que fuimos un día en que la mayoría de los puestos estaban cerrados por lo que no pudimos ver la sensación del gentío recorriendo sus estrechas callejuelas.
Aunque recomiendan ir con un guía, nosotros fuimos a la aventura y no tuvimos problemas de ningún tipo. Una vez allí, amablemente, uno de los tenderos que por allí se encontraban nos hizo pasar a una de sus tiendas. La verdad que no nos sorprendió pues estábamos acostumbrados a que nos hiciesen entrar en sus tiendas para que comprásemos algo pero, en realidad, no fue así... Todos nos quedamos asombrados...
Subiendo por unas ecaleras que tenía aquella tienda, nos llevaron a una gran y decorada terraza dónde las vistas de aquella cuidad eran alucinantes. Os dejo aquí una foto para que lo veáis.
Llegadas las siete de la tarde, nos recogieron y volvimos cansados después de esta jornada maratoniana rumbo al hotel pensando que hasta el alba quedaban aún muchas horas....
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